Cuando volví a abrir los ojos ya estaba amaneciendo, Pelusa estaba acostado a mi lado, envuelto en su larga y peluda cola, parecía una bola de pelos, encendí un cigarro mientras iba a la cocina a prepararme un café con leche, no suelo desayunar nunca, solo me tomo un café y ya estoy lista para comenzar mi día. Mi vuelo sale a las ocho, así que tengo tiempo para revisar que todo esté en orden y pasar un poco de tiempo con mi felino antes de irme. En algún momento de la noche mi celular se apagó, lo puse a cargar y guardé la laptop en la maleta.
El timbre sonó un par de veces mientras estaba en el baño maquillándome y peinándome, cuando abrí la puerta, vi a una muchacha morena, con el pelo rizado hasta la mitad de la espalda, de unos dieciocho o diecinueve años, estaba parada frente a mí con una maleta en la mano.
-Hola, ¿eres la cuidadora?- Le pregunte abriéndole la puerta para que pasara.
-Sí, mi nombre es Natalia, soy la encargada asignada por la empresa de mascotas que contrató.
-Muy bien, ven conmigo, te voy a dar las instrucciones necesarias.
Caminamos hasta la cocina donde estaba el bebedero y el plato de Pelusa.
-Aquí está la comida.- Le digo mientras abro una alacena que se encontraba justo encima del fregadero.- Le compré la suficiente comida para los quince días que estaré fuera, el medidor esta justo al lado, no puedes darle ni un gramo mas, tiene el estomago muy sensible así que tampoco puede comer otra cosa que no sea alimento para gatos, tienes que hervir el agua que vaya a tomar, por si tuviera algún parásito ¿te quedo claro?- La mire de arriba abajo, la chica estaba temblando, a juzgar por lo joven que parecía ser, me daba la impresión de que este era su primer trabajo. Suavicé las facciones de mi rostro para que ella no se sintiera tan intimidada y proseguí.- Por último, debes darle comida tres veces al día, el arenero esta en el baño, debes limpiarlo cada día sin falta, Pelusa duerme en mi cama cada noche y tu habitación esta al final del pasillo.
La chica asintió, pero cuando iba a decir algo la bocina de un auto la interrumpió. Me asomé por la ventana para ver un Ford EcoSport rojo, ya conocía ese auto. Tome mis maletas, me despedí de pelusa y de la chica y salí de mi departamento en dirección al Ford, donde me esperaba un apuesto hombre de 25 años, con un cabello negro muy bien peinado que contrastaba con su piel morena y sus ojos verdes.
-Buenos días señor Bianchi.- Le dije mientras me sentaba a su lado y cerraba la puerta del coche.
-Buenos días señorita Becker.- Me dijo abrochándose el cinturón y encendiendo el auto.
-¿No te dije que me llamaras antes de pasar a buscarme?
-Lo hice, pero me decía que estaba apagado.
-¡Cierto! No me acordaba que se había quedado sin batería.- Le digo mientras saco mi teléfono del bolso de mano y lo enciendo.
-Nic, no olvidas la cabeza porque la tienes pegada al cuerpo.- Me dijo mientras esbozaba una sonrisa.
-Bueno señor Lucas el perfecto, lo siento por ser una simple mortal con defectos.- Le dije dándole un ligero golpe en el hombro.
Conozco a Lucas desde que teníamos cinco años, nuestras madres eran mejores amigas, y después de que mi madre muriera, la suya se hizo cargo de mi, así que compartimos gran parte de nuestra vida juntos, fuimos a la misma primaria, secundaria, bachillerato e incluso fuimos a la misma universidad, al final, terminamos siendo compañeros en la misma empresa. Aunque suele ser bastante pedante y controlador, me alegra poder trabajar con alguien de confianza.
Llegamos al aeropuerto bastante temprano, así que fuimos a la cafetería a por el segundo café del día, era un viaje largo desde Milán hasta New York, donde nos tendríamos que reunir con el señor Edward Allard, el mayor inversionista de Blue Button, un hombre con muchos contactos y según lo que he escuchado, muy exigente.
-Nic, ¿volviste a tener pesadillas?- Me dijo mientras me pasaba la mano por la mejilla
-Estoy... bien Luc.- Le dije quitando su mano de mi rostro.
-Tener que tomar pastillas para poder dormir no es estar bien.
-Ya no tomo pastillas.
-No me mientas Nicolle, se te ve en la cara, te conozco mejor que nadie.- Me dijo frunciendo el ceño.
-¿Quieres dejar de comportarte como si fueras mi papa? ¡Lucas, tengo 22 años, ya no soy una niña, no necesito que me cuides, ni que estés siempre pegado a mí como un perro!- Le dije bastante furiosa, pero me relajé un poco al ver que Luc me miraba con cara de decepción.
Estuvo el resto del viaje sin dirigirme la palabra y muy serio, esta vez parece que si se molestó, no quería ser tan dura con él, pero no soporto que se meta en mis asuntos.
El viaje fue tranquilo, y se me hizo bastante rápido. Llegamos al hotel y reservamos dos habitaciones. Luc se encerró en su cuarto el resto del día, no me atreví a decirle más nada. Tampoco bajó a cenar ni a tomar nuestro café nocturno. Regrese a mi habitación cuando termine de recorrer el hotel, y para mi sorpresa, Lucas me estaba esperando afuera cuando llegué.
-¿Cuánto tiempo llevas esperando ahí?- Le pregunté, pero no me contesto, en cambio sus brillantes ojos verdes miraron fijamente los míos, hubo un largo silencio antes de que él decidiera decir algo.
-Solo vine a decirte que aunque tuvieras noventa años, canas y arrugas, te voy a seguir cuidando y voy a estar pegado a ti como un perro, por más que grites y patalees.- Me dijo con esa sonrisa perfecta que lo caracteriza, yo no pude evitar reír con eso.
-Creo que haga lo que haga no podre deshacerme de ti nunca.- Le dije con una sonrisa mientras él se acercaba para darme un abrazo.
-Claro que no tonta.
-Luc... ¿Te quedarías esta noche conmigo? ¿Cómo cuando éramos niños?- Le dije mientras le devolvía en abrazo.
-Si te sientes mejor así, puedo quedarme contigo las veces que quieras.
Entramos a la habitación, Lucas ya se había bañado y tenía puesto su pijama. Entré al baño y llené la tina, lo que necesito en un relajante baño de espuma. Cerré los ojos y respire hondo una vez en el agua.
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En el funeral de mis padres no había mucha gente, tampoco es que tuvieran muchos amigos. Mi padre era un detective muy reconocido, había participado en la captura de muchos terroristas y narcotraficantes, pero en el camino hizo muchos enemigos, así que no era de extrañar que lo mataran junto con mi madre, dejando a su hija de doce años sola en un mundo tan hostil. Por suerte, Lucas se había hecho cargo de Pelusa en el tiempo que no estuve, era lo único que me quedaba de mis padres.
La madre de Luc decidió ser mi tutora legal y criarme. El papá de Lucas murió antes de que él naciera, Susan tuvo que criarlo sola porque su familia la rechazó cuando se caso con un hombre que no era rico o tenía una posición importante , no debe ser fácil ser madre soltera, no tener ningún tipo de apoyo y además tener que cuidar a otra niña que ni siquiera es tu familia, me sentí mal cuando tuvo que buscar otro trabajo para poder pagar mis estudios, no entendí porque hacia tanto por mí y no sabía cómo agradecérselo.
El tiempo pasaba cada vez más lento, todavía me dolían los puntos que tenía en la ingle, me molestaban a la hora de dormir, yo había tenido suerte de solo tener esa herida, o de eso me quería convencer. Me acosté boca arriba en la cama y cerré los ojos, intentando dormir, aunque sabía que era imposible, llevaba semanas sin poder hacerlo.
Cada vez que serraba los ojos veía la misma imagen, dos cadáveres en el suelo, con las manos y los pies atados, tirados en un rincón como basura. Apreté los dientes y las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos verdes, que ya habían perdido el brillo de tanto llorar y de no dormir. Me senté en la cama cuando me tranquilicé un poco y agarré el celular para ver la hora, eran solamente las tres de la madrugada, me levante sin hacer mucho ruido para no despertar al adolescente que dormía en la otra cama y me dirigí hacia la puerta.
-¿Nic?- Luc se había despertado a pesar de mis intentos por ser sigilosa.
-Dime.
-¿No puedes dormir otra vez?
-Solo me levante porque tenía sed, no te preocupes, vuelve a dormir.
-No tienes que disimular conmigo... te escucho llorar por las noches, sé que no estás bien.
-Lucas, ya te dije que estoy bi...- Luc se levanto de la cama y me abrazó
-Nicolle, no tienes que simular que estas bien, si quieres llorar, hazlo y desahógate.
-Eres un maldito imbécil.- Le dije mientras lo abrazaba con fuerza y empezaba a llorar nuevamente, pero esta vez con todas mis ganas. Así estuve por veinte largos minutos mientras el joven de quince años acariciaba mi cabeza como si fuera una niña pequeña.
-¿Quieres dormir en la cama conmigo?- Asentí con la cabeza y él me llevo de la mano mientras yo solo podía mirar al suelo. Por primera vez en meses puede dormir bien.
Desde ese día odiaba completamente el contacto físico, no soportaba la idea de ser tocada por nadie, pero con Luc me sentía muy segura, no me desagradaba que él me abrazara, de hecho me sentía bien cuando lo hacía. Con el tiempo empecé a dormir más seguido en su cama, hasta que llego un momento en que dormíamos juntos todos los días porque así era la única manera en la que podía conciliar el sueño.
En la escuela no hablaba con nadie, todos me miraban con cara de lastima, pero nadie se animaba a decirme nada, solo se limitaban a observar. Luc asistía a una escuela pública, pero su mamá decidió que yo debería seguir asistiendo a la misma escuela privada, para que no tuviera que lidiar con gente nueva. Siempre me sentaba sola en la última mesa del salón con la intención de evitar cualquier contacto social o físico, había dejado de hablar con mis amigas y con todas las personas de mi curso. Las clases cada vez se me hacían más difíciles de entender, y me era imposible prestar atención. Mi cabeza solo estaba llena de pensamientos y recuerdos de los dos meses que mis padres y yo estuvimos encerrados en ese asqueroso refugio, no podía parar de darle vueltas, una y otra vez se repetía, ya no lo soportaba mas, solo quiero dejar de pensar, dejar de sentir, dejar de recordar, quiero desaparecer.
Llegue a la casa de Luc, por algún motivo no podía considerarla mi casa, no sentía que ese fuera mi hogar. Susan siempre me dejaba la merienda preparada en la nevera, pero yo solía dársela a Lucas, casi nunca tenía apetito, así que comía una o dos veces al día, solo para no escuchar a las personas a mi alrededor recordarme que tenía que hacerlo.
Me metí al baño tan rápido como deje la mochila en la habitación y saque un cuter que había encontrado sobre la mesa del profesor. Llene la bañera, Luc llegaba casi inmediatamente después de mi, así que tenía que apresurarme. Entré al agua con la ropa puesta y me sumergí completamente . Estuve así unos segundos y después saque la cabeza y los brazos, agarre el cuter y trague en seco mientras lo miraba detenidamente, respire profundo mientras realizaba el primer corte en mi muñeca izquierda, tratando de que fuera lo más minucioso posible e intentando aguantar el dolor. El corte en la mano derecha fue menos preciso y con menor fuerza. Mirar mi sangre teñir el agua era tan relajante y satisfactorio que hasta podía decir que me gustaba, poco a poco empecé a sentir mi cuerpo cada vez más relajado, hasta parecer que flotaba mientras iba perdiendo el conocimiento y dejaba de sentir, de pensar y de recordar, hasta que todo se puso negro. Lo único que sentía era una voz a la distancia que gritaba mi nombre.
¿Qué es ese ruido? Pi...pi....pi. Se escucha tan lejos. ¿Quién está aguantando mi mano? Me siento muy débil, apenas puedo abrir los ojos. ¿Estoy en el hospital? Me duelen mucho las muñecas y la cabeza. Me siento un poco aturdida. Veo una cabeza cubierta por un hermoso y despeinado pelo negro al borde de la cama, una mano suave esta sobre la mía.
-¿Luc?- Le dije con la poca fuerza que tenía y el levanto la cabeza.
-¡Nicolle! Ya despertaste.- Me dijo mientras aguantaba mi mano con más fuerza.
-¡AUCH!- Me quejé cuando Luc sin darse cuanta apretó demasiado mi mano, y enseguida la soltó.
-¿Por qué hiciste eso maldita estúpida?
-Lo siento, yo...- Solo pude desviar la mirada al ver que en sus ojos se veía la desesperación que sentía, tenía unas ojeras muy marcadas y los ojos rojos. -¿Cuánto tiempo llevo así?
-Dos días.
-Ya veo.
Luc no me dijo una palabra más, llamo a los doctores y a su madre, las vendas no me dejaban casi mover las muñecas y no tenía casi control de mi cuerpo, era como si pesara quinientos quilos. Estuve una semana en el hospital hasta que logre recuperarme y sentir mi cuerpo normal otra vez. Después de eso tenía a Lucas vigilándome todo el tiempo, incluso su madre lo cambió a mi escuela para que yo no estuviera sola. Nunca más volvimos a separarnos, cuando me mude a Milán, el vino conmigo, se presento para trabajar en B.B al igual que yo. Al principio vivíamos juntos, pero después decidí mudarme con mi gato a un departamento cerca de su casa, para que los dos pudiéramos tener nuestra propia vida.
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